Un prisionero
Estoy tras de las rejas en húmeda prisión.
Mi compañero triste, criado en cautiverio,
es un águila joven que sacude sus alas
y pica en mi ventana su sangrienta ración.
Luego arroja y mira a través de los cristales
como si tramara lo mismo que yo
y me llama con su mirada y con su su grito
como diciendo: “Huyamos... echemos a volar...
Somos pájaros libres; es hora, hermano, ya.
Volemos a las cumbres, más allá de las nubes:
allá donde se ve la ribera del mar,
allá donde habitamos, tan sólo el viento y yo”.
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